Quienes ha militado, militan actualmente, y los que en lo sucesivo formaran parte de la Iglesia de Dios, han sabido y sabrán que los orígenes de la Iglesia, datan desde el preciso momento en que el Maestro, llamó a los humildes pescadores del mar de Galilea, para que fuesen ellos quienes obedeciendo al llamamiento divino, vinieran a ser los miembros fundadores de la Iglesia; a partir de ese momento, la Iglesia comenzó su marcha victoriosa a través de los siglos.
Y han sido sus enseñanzas bíblicas pentecostales, su disciplina y gobierno al igual que su declaración de fe, los elementos indispensables con los que se ha forjado la Iglesia de Dios.
La Iglesia de Dios a la par que se siente orgullosa por sus enseñanzas, que son las enseñanzas de Cristo, se estima celosa por la práctica de ellas. Cuando hace memoria de los años de vida que tiene, aún antes de que ocurriera el primer derramamiento del Espíritu Santo en esta ciudad.
Dios estaba derramando su plan divino para cumplir su promesa de Joel Capítulo 2 versos 28 que dice: Y después de esto derramaré de mi Espíritu sobre toda carne y de Hechos Capítulo 1 verso 8 que dice: Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.
Era la época del Dr. Manuel Estrada Cabrera quien gobernaba el país; las condiciones socio-culturales y económicas eran un verdadero atraso especialmente la vida religiosa que estaba plagada de prácticas cristo-paganas.
Simultáneamente a estas condiciones de nuestra historia, dos jóvenes estudiantes en el Instituto Bíblico de la Alianza Misionera de Nyack, _Nueva York, sentían un profundo llamamiento al campo misionero, eran ellos Truman Furman y Thomas Pullin. Llegan al país el 15 de noviembre de 1,916 desembarcando alegremente en Puerto Barrios.
Un cielo azul y limpio, y las calles sencillas de Puerto Barrios, eran los únicos testigos mudos, del arribo de dos hombres sencillos que con su mensaje traían el alboroto a Guatemala. Al final de varios días de camino por el altiplano del país llegaron al paraje denominado Chuipachec y al igual que Moisés contempló la tierra prometida, Carlos Truman Furman y Thomas Pullin, contemplaron la ciudad de Totonicapán por primera vez.
El sol ya se había ocultado detrás de las colinas cuando Furman y Pullin, llamaban a la puerta de la casa misionera; el reverendo C. Albert Hines al escuchar los toques de la puerta, presintiendo una sorpresa, prefiere salir él mismo; era verdad, frente a él se encontraban dos jóvenes deseosos de emprender una gran obra.
Muy pronto Furman y Pullin se dieron a la tarea de perfeccionar su español y aprender por lo menos una comunicación elemental en la lengua vernácula, es decir el Quiché, ya que dicho conocimiento era fundamental para la transmisión del mensaje evangélico. Una modesta penetración del evangelio comenzó a vislumbrarse en el noroccidente del país; ya que los tres misioneros se ubicaron en lugares estratégicos según su parecer: Hines en Totonicapán, Furman en San Cristóbal Totonicapán, y Pullin en la ciudad del Quiché.
A medida que fueron penetrando en las comunidades rurales con su discurso pentecostal fueron surgiendo nuevas congregaciones, las que empezaron a ser alimentadas en el marco de una Trilogía Doctrinal que consistía en el; ARREPENTIMIENTO - CONVERSION Y PERDON DE PECADOS, BAUTISMO EN AGUA (Que significaba obediencia a la Palabra de Dios y el paso formal para pertenecer al cuerpo de Cristo y por último EL BAUTISMO EN EL ESPIRITU SANTO (Que significaba);poder para el servicio cristiano).
Según la conceptualización bíblica - teológica de estos grandes misioneros, toda la verdad de Dios se circunscribía en estos tres fundamentos de fe y que fue predicado con vehemencia bajo el tema: EL EVANGELIO COMPLETO; discurso que campeó en todos los rincones primeramente del occidente y posteriormente en todo el ancho y largo de nuestra querida patria. Desde el momento en que los misioneros  iniciaron sus actividades evangelizadoras, comenzó también una tremenda oposición y persecución; hubo épocas en que nadie quería dar su casa en alquiler para los misioneros.
En un principio, cuando los niños veían venir a los misioneros, huían despavorecidos por el temor de ser degollados, pues había especulaciones en el pueblo, de que los misioneros eran caníbales y que comían niños.

Corrían los años 1,930 y para Furman y Pullin, todo tendría que seguir su curso; el crecimiento de la Iglesia y el avivamiento de la Iglesia tendrían que venir de todas maneras.
En los púlpitos de las diferentes congregaciones, nunca faltó la predicación con énfasis en la experiencia pentecostal y aun desconociendo cómo sería el suceso del derramamiento del Espíritu Santo, los hermanos aceptaron la doctrina pentecostal en sus corazones y empezaron a reclamar a Dios. Y en la agenda de Dios el tiempo estaba dispuesto para derramar la lluvia temprana del Espíritu Santo. La historia del Pentecostés registrada en el Libro de Los Hechos, vuelve a repetirse, solamente que esta vez no en Jerusalén, sino Guatemala, no obstante, cabe señalar, que ni la distancia, ni los mil novecientos años de intervalo, variaron la experiencia habida en Totonicapán.
Así como el labrador espera el precioso fruto después de la siembra, así los misioneros Pullin y Furman después de Catorce años de una siembra, dejando en el corazón de los creyentes la semilla de pentecostés, ambos se dedicaron a la gloriosa espera.
En las diferentes congregaciones que formaban el distrito de Totonicapán, se programaron semanas enteras de ayuno y oración. Los cimientos bíblicos estaban bien sólidos, los hermanos habían entrado al preludio de un gran advenimiento como lo constituía la lluvia pentecostal.
Los cantos congregacionales hacían referencia constante al fuero de Dios que estaba esperando, tales como:

DIOS MANDA TU GRAN PODERDIOS MANDA TU GRAN PODER,DIOS MANDA TU GRAN PODERA CADA CORAZON.-------ooooo----------BAJA DEL CIELO, BENDITO FUEGOBAJA PODER CELESTIALBAJA DEL CIELO, BENDITO FUEGOVEN, LLAMA PENTECOSTAL.

Tanto la himnologia, los mensajes y toda la actividad celestial torno a la espera de la llama pentecostal.
Es posible que en la mentalidad de aquellos sencillos cristianos no cabía las dimensiones espirituales de lo que estaban esperando, quizá el concepto teórico de la llama pentecostal nunca fue imaginada por mis primeros hermanos, sin embargo existía en el corazón de ellos el vacío que sería lleno con el poder de Dios; no era un gran ejército, tampoco una gran congregación; a lo sumo eran como 10 ó 12 congregaciones con no más de 60 fieles en cada una de ellas, sin embargo se habían unido en un solo clamor, un mismo sentir  y en una sola voluntad.
Para este entonces el hermano Furman se había regresado a los Estados Unidos, de manera que la congregación de la ciudad de Totonicapán tuvo que quedar a cargo del pastor José María Enríquez, más conocido en los anales históricos como Don Chema.

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